LOS LUNES AL 
Por JL Prieto
La actualidad musical de esta semana viene marcada por dos acontecimientos:
1- El nuevo “cutre-hit” veraniego de Leticia Sabater: “La puta ama” (así se llama la canción).
2- La visita a Madrid de The Rolling Stones.
Ya solo por el título de este artículo uno sabe cuál ha sido mi elección. Como sabía que esta semana no llegaba al lunes quería compensaros con un doble artículo. Por un lado la crónica del concierto, un servidor fue una de las 53.000 almas que se dejaron caer por el Wanda Metrapolitano. En segundo lugar un artículo de curiosidad Stoniana, muy en la linea de lo que va esta sección. Como la cosa va para largo, mejor prepara un café o un piscolabis. Advertido quedas.
CONCIERTO
Antes de nada quiero dejar claro que The Rolling Stones no son ni serán mi banda favorita (tampoco los son ninguna de las que voy a mencionar a continuación), pero si son uno de esos grupos como The Beatles, Pink Floyd, Black Sabbath, Deep Purple, Judas Priest o los mismísimos Iron Maiden, que en el caso de no haber existido habría que haber inventado. Todos ellos hijos de la Gran Bretaña (soy muy brithis, musicalmente hablando, lo reconozco). Sin los Stones el panorama rock no sería el mismo. La lista de bandas que han bebido de sus influencias es inmensa.
La dupla Mick Jagger/Keith Richards (apodados como “The Glimmer Twins) es una de las más legendarias de la música. Con más de 30 discos de estudio, no solo son una de las bandas más proliferas, también una de las más rentables del negocio. Puede que en estudio hace tiempo que no nos dejan nada memorable, pero en vivo siguen demostrando que el que tuvo retuvo.
La presencia de estos “dinosaurios” (término despectivo con el que algunos se refieren a la hora de hablar de bandas con cierta longevidad) del Rock viene determinada por la Gira Europea de Sixty, en la que conmemoran el 60ª aniversario de The Rolling Stones. Ya les gustaría a muchas bandas envejecer con la mitad de estilo que estas leyendas. Sin duda, son unos supervivientes. A nadie el otro día se le pasó por la cabeza al ver el modo en cómo se contonea Mick Jagger sobre el escenario, que justo un año atrás le operaron de una válvula del corazón. ¿Y que me dicen de Keith Richards? El afamado guitarrista, permaneció durante más de diez años (entre los 70 y 80) en la lista: próximas estrellas que van a morir pronto. Con razón algunos aclaman que su cuerpo es digno de estudio cuando muera.
Tampoco nos vamos a engañar. Los Rolling Stones que nos visitaron el otro día se parecen poco a aquellos que pisaron por primera vez el suelo de la capital en 1982. Eso no quita para restarles méritos. Por muy fan que uno sea de los Stones, nadie puede decir que Jagger tenga un chorro de voz de esos que quitan el hipo. Lo que nadie puede cuestionar es que es un animal escénico, uno de los mejores frontman de todos los tiempos. En cuanto a Richards, no es un virtuoso de la guitarra (tampoco un manco), sin embargo, suyos son algunos de los riffs más memorables del Rock. La actuación que nos brindaron el otro día en el Metrapolitano se puede definir con el título de uno de sus discos: Esto es solo rock ´n´ roll.
En los días previos al concierto hemos podido saber que tanto Jagger como Richards han disfrutado de las calles de Madrid. También se ha podido ver al bueno de Ronnie Wood pasear por el Retiro. Lo cierto es que estos días el clima en la capital era excelente, doy fe de ello.
Ahora vamos con la parte negativa del Show, que no todo fue bueno. El precio de las entradas fue un sablazo en toda regla: entre 100 y 300 Euros. No es de extraño por tanto que hasta el último momento no se colgara el cartel de “No hay billetes”. Hace tiempo que esto de los conciertos se convirtió en un negocio del que muchos se lucran y en el que la banda de turno tiene poco, o nada, que decir. El Metrapolitano no brilla en cuanto a acústica se refiere (tampoco se creo con ese cometido). El equipo de sonido tubo mucho trabajo durante toda la noche. Alguno dirá, que para eso están. Pues también es verdad.
Acudí al concierto de los Stones con muchas ganas de pasármelo bien, más aún después de haberme perdido la actuación hace unas semanas de Ghost por culpa del Covid. El concierto no va a estar entre los mejores que haya presenciado (este que os escribe, por aquello de haberse dedicado varios años a la crítica de espectáculos y derivados, tiene el culo pelado en cuanto a presentaciones en vivo se refiere), pero sí será uno de los que recuerde con más cariño. No solo por la banda que son, sino porque quién sabe si no presencié el último concierto de esta legendaria banda en Madrid.
El escenario era bastante sobrio (si lo comparamos con parafernalias del pasado). Muy en la línea de lo que se estila ahora en este tipo de presentaciones en grandes estadios. Tres grandes pantalla ocupaban el frontal (cosa que agradecerán los que estuvieran en las filas más traseras), desde las que se podía seguir el espectáculo. Los Stones aparecieron en escena con dieciséis minutos de retraso (una nimiedad si lo comparamos con los retrasos de más de una hora de unos vástagos suyos en su época dorada, los Guns N´Roses).
El primer golpe al corazón de los fans vino antes de que por los altavoces se escuchara la música. Las tres grandes pantallas mostraban imágenes de Charlie Watts. Hay que recordar que el que fuera batería de los Rolling nos dejó el año pasado. De hecho, el concierto del otro día es histórico en el sentido de que se trata del primer concierto en Europa sin su presencia. El público (yo incluido) coreo su nombre.
El set list estuvo formado en su mayoría por temas compuestos en su etapa dorada, la que va de finales de los 60 y mediados de los 70, empezando con “Street Fighting Man” y terminando con el inmortal Satisfaction. No hubo bises, para decepción de muchos. Entre medias clásicos como “Sad Sad Sad”, “Beast of Burden” (este fue elegido entre cuatro por sus fans en los días previos en una votación abierta), “Miss You”, “Midnight Rembler”, “Star me up”, “Paint it blanck” o “Sympathy for The devil” (este está entre mis temas favoritos de todos los tiempos, no solo de los Stones). La sorpresa vino dada con la interpretación de “Out of Time” de su álbum Aftermath (1966), el primero que contó entero con composiciones de los The Glimmer Twins.
El 1 de junio es también el cumpleaños de Ronnie Wood, por lo que a mitad del concierto se hizo el oportuno parón para interpretar a capela el Happy birthday, para regocijo de público y músico.
Al tratarse del primer concierto, se notó la falta de rodaje. No me pasó desapercibido que Wood tomara las riendas de la guitarras, quedando Richards relegado por momentos a un segundo plano. De hecho, éste último solo interpretó cuatro solos. No es cuestión de justificarle, pero la artritis le ha jugado malas pasadas en vivo. Por el que parece que no pasan los años es por Mick Jagger. No dejó de moverse por todo el escenario, contoneando sus caderas para delirio del publico. Del Show me quedó con la emoción que siguen despertando entre jóvenes y no tan jóvenes.
La sensación final es que presencié un concierto que muchos no olvidarán, por todos los elementos ya mencionados. ¡Viva los Dinosaurios!
¿LOS ROLLING STONES CREARON LA VANGUARDIA POÉTICA?
Hay tanto material que esta misma sección podría rebautizarse como “Los lunes Stones”. La trayectoria de estos blancos que comenzaron tocando canciones de negros (la influencia del Soul en su música es incuestionable), no solo es longeva, también ha brindado mucho material extra musical. Podríamos comenzar con la supuesta rivalidad en los 60 con The Beatles (fue cosa más de la prensa que otra cosa), la muerte en extrañas circunstancias de Brian Jonnes (uno de los que forman parte del Club de los 27, un tren de vida plagado de excesos (el abuso del alcohol y el consumo de drogas fue una constante en su época dorada), Ian Stewart (el sexto Stone), el problema con la portada de Sticky Fingers en España (al considerarse poco apropiada tuvo que ser sustituida por otra, aún más polémica), las groupies (o debería decir folla-estrellas), el descarrilamiento de Jimmy Miller (el que fuera productor de sus obras más legendarias acabó convertido en un yonqui más, debido a esa vida plagada de excesos), la Tercera Guerra Mundial (así se llamó a la relación poco amistosa entre Jagger/Richardas durante la década de los 80), la salida silenciosa de Bill Wyman (el bajista se enamoró de una niña de trece años, con la cual se casó años después), etc. En lo estrictamente musical se podría hablar de los coqueteos de la banda con el pop (en sus comienzos), la música psicodélica, el funk o el reggae.
De entre todos los temas me he quedado por uno que tiene que ver mucho con el arte. Y no, no me refiero al famoso logo, creado por el artista de Pittsburgh, Andy Warhol (hay teorías que cuestionan esta afirmación). Al final va a ser verdad que la cabra tira al monte, y uno que cursó estudios de Historia del Arte y que tuvo, entre sus profesores, a un tal Sr. Burns (así lo llamábamos los estudiantes por su parecido con el personaje de los Simpsons). Supongo que además de profesor de Arte Contemporáneo era un fan incondicional de los Stones.
Hoy os voy hablar de la letra de una canción, perteneciente a uno de sus discos más famosos: el Exile on Main St. (1972). Antes de entrar en el meollo de la cuestión es necesario contextualizar. Los problemas de los Rolling Stones con la policía y el fisco inglés los llevó abandonar Inglaterra. El destino elegido fue Francia (cuyas leyes fiscales eran más livianas). Después de descartar diversos estudios de grabación (no tenían los recursos necesarios) se decidió instalar un camión de grabación en el exterior de una villa al Sur de Francia, que había sido adquirida por Richards. El lugar tampoco es que tuviera las mejores condiciones (la humedad desafinaba las guitarras y la luz saltaba cada dos por tres). El edificio encima tenía su propia historia, puesto que durante la Segunda Guerra Mundial fue ocupada por la Gestapo.
Este “Exile” es considerado uno de los mejores de los Stones junto a Let It Bleed (1969) y Sticky Fingers (1971). Es también el álbum en el que Richards tiene más presencia, ya que Jagger pasó largas temporadas en París, debido al nacimiento de su primogénita. El ambiente lúgubre de la mansión se deja entrever en los dieciocho temas que forman este disco doble de los Stones. Aunque hoy en día es considerado como un imprescindible, la crítica de la época se ensañó con él por considerarlo demasiado complejo. No es un disco que entre a la primera, pero cuando lo hace no te lo sacas de la cabeza.
Las sesiones de grabación estuvieron marcadas por el consumo de drogas y alcohol. Se llegó a un momento en que lo mejor era poner a funcionar la grabadora durante todo el día, y luego ver qué se podía sacar en limpio. Por la mansión pasaron todo tipo de personas (groupies, camellos). La cosa llegó a tal descontrol que, a plena luz del día, se robaron varios instrumentos y ni “Peter” se enteró.
De las dieciocho canciones que se grabaron una es la que hoy centra mi interés. “Casino Boggie” no es ni de lejos, una de sus composiciones más afamadas, pero sí única en su especie. Fue una de las últimas en componerse y para la cual no había una letra escrita (al parecer se habían acabado las ideas). Agotada toda inspiración, recortaron varios titulares de periódicos y revistas, lo mezclaron todo por el suelo a ver qué salía.
30 años después surgió con una fuerza inmensa, recogiendo la huella de las vanguardias artísticas de los años 20 en lo literario, lo que hoy se conoce como el “flart”, una rompedora corriente literaria que crea poemas literarios resultados de búsquedas en Internet de los más diferentes temas entre sí, al estilo de lo que fueron las artes plásticas la creación por parte de Picasso y Duchamp del collage pictórico a comienzos del siglo XX o en la literatura, los poemas de la etapa más experimental del Premio Nobel español Juan Ramón Jiménez. Deliberadamente o no, los Rolling Stones han estado en la vanguardia de los avances culturales.
Hasta aquí este 2 X 1, con The Rolling Stones como protagonistas. Hasta la próxima semana.