Greta Garbo (2023), Bunbury

No voy a ser hipócrita, hasta un tipo ecléctico (musicalmente hablando) como yo puede cometer la torpeza de haber dado la espalda a un artista como Enrique Bunbury. Por años lo culpé de la ruptura de una de las bandas cabecera de mi adolescencia, Héroes del Silencio, grupo al que le debo una entrada (lo prometo). Lamentablemente, no los pude ver en su época de máximo apogeo, algo que pude subsanar años después en aquella gira de despedida del 2007 en el que los vi en vivo en Cheste (Valencia) en el cual pude sacar varias conclusiones:

  • Que aquella gira se hizo más por la pasta que por otra cosa, sin comunión entre sus integrantes. Tampoco los lapidemos por ello que ejemplos en la música los hay a patadas, y si no que se lo digan a los Sex Pistols.
  • Que pese a lo mucho que llegó a crecer Héroes del Silencio, incluso después de haberse disuelto, no eran ni fueron una banda de estadios. Su sonoridad era mucho mejor en recintos cerrados.
  • Que no se le ha reconocido a Juan Valdivia su legado en la banda como se merece.
  • Y que Enrique Bunbury es un cantante genuino, merecedor de todas las alabanzas por parte de critica y público.

Como dije antes, al aragonés errante le di la espalda. De haber adquirido (cosa que no hice) su primer álbum en solitario, el controvertido Radical Sonora (1997) lo habría lanzado a la hoguera. La mayoría (entre los que me incluyo) no supimos apreciar ese cambio estilístico, hacia una techno rock con influencias de la música árabe. El público asistente a sus conciertos gritaba «¡Héroes!» lo que hizo de la gira un suplicio, incluso estuvo a punto de renunciar a la música. Por suerte, no lo hizo, sino que buscó su sitio para no tener que recurrir a cantar Entre dos Tierras una y otra vez.


El otro día escuchaba un podcast sobre el último álbum de Depeche Mode en el que se hablaba de: «no importa lo que haga una banda/artista, una vez alcanza la cúspide nada de lo que haga después tendrá la misma repercusión». Esto mismo se puede aplicar a nuestro protagonista de hoy. Bunbury alcanzó ese momento con Flamingos (2002), si bien alguno puede retrasarlo a El viaje a ninguna parte (2004). A partir de ahí nos ha seguido dejando mejores o peores trabajos, pero sin el empaque de aquella etapa que se inició con Pequeño (1999). No seré yo tampoco el que venga a decir que posee una carrera discográfica impecable. A mi Licenciado Cantinas (2011) se me hizo muy cuesta arriba. No es que sea yo un defensor a ultranza de la revisión del catálogo de otros artistas. Un cover está bien pero un álbum entero…

Bunbury como su amado (mío también) Bowie, no ha repetido un disco dos veces, eso es algo digno de mención. Quien espere en este Greta Garbo (2023) una continuación de Curso de levitación intensivo (2020) o del E.P. El Puerto (2021) apañado va. El título del álbum hace referencia al Síndrome de Greta Garbo: la famosa actriz sueca decidió dejar la carrera cinematográfica a los 36 años, en el cenit de su carrera. Y es que Bunbury ha tenido que dejar los escenarios por unos problemas de salud, aunque ya sabemos que hay nuevas fechas confirmadas. No muchas, pero menos es nada. Mucho de lo que se cuenta en este disco guarda relación con ese proceso incierto, con alejamiento de los escenarios, y cómo podría repercutir eso en su carrera profesional. Quiero recordar que esta no es la primera vez que el aragonés ha anunciado un retiro, ya en el 2015 lo hizo, para volver poco después.


Entrando en materia la escucha de las diez canciones que componen Greta Garbo me ha dejado una sensación que no tuve con sus dos discos anteriores, la de darle una vez más al play cuando termina. En estos tiempos de la inmediatez, en el que los singles enseguida pasan de moda (¿acaso solo yo piensa que el hit de Shakira con BZRP no es cosa ya del pasado?), en el que la gente escucha canciones sueltas y no discos completos, encontrarnos con un disco que uno puede oír de principio a fin es una suerte. Del mismo modo, como en sus dos discos predecesores, a cada escucha va ganando más enteros al punto que se ha convertido entre mis favoritos de su discografía.


El tema inicial, Nuestros mundos no obedecen a tus mapas, posee un halo kratrock que tira para atrás, dejándonos una de las primeras frases lapidarías marca de la casa: “El que se va sin que lo echen, volverá sin que lo llamen”. Los dos siguientes cortes, Alaska e Invulnerables, han servido como singles de adelanto, batiendo las ramas para que cayera la fruta deseada. La primera con ese rock contemporáneo a la que Bunbury nos tiene ya acostumbrados, el segundo con ese músculo que de vez en cuando nos deja ver. Este último es uno de los singles más accesibles que se recuerden del artista.


Uno de los aspectos destacables es que Enrique ha decidido prescindir para esta ocasión de los Santos Inocentes, banda con la que llevaba trabajando los últimos años, y que de la producción se ha encargado el reputado productor Adán Jodorowsky, que además se ha prestado a tocar el bajo. La guitarra eléctrica es uno de los instrumentos destacables a lo largo de todo el conjunto, sin que esto tenga que repercutir en un enfoque más rockero de lo habitual. Que Bunbury bebe de la música de los 70 es algo que queda palpable en temas como Desaparecer, en el que encontramos otra frase memorable: “salir de paso a lo Greta Garbo sin ofrecer una explicación”.


Uno de los temas más destacados es Para ser inolvidables, en el que nos deja un final inesperado, además de una letra muy acertada. En términos de lírica, mucho de lo que nos habla en este nuevo álbum tiene relación directa con lo que ha vivido en los últimos tiempos, como bien se deja ver en De vuelta casa, con ese poso a tristeza pero también de redención. Según palabras del artista, seguirá en la brecha mientras tenga algo que contar, La tormenta perfecta, Autos de choque (que gana con cada escucha) o Armagedón por compasión así lo demuestra. Para cerrar, Corregir el mundo con una canción, que además posee una de las mejores letras de todo el disco.

Conclusión:
No voy a decir aquello de “el mejor disco desde…” por lo manido que es, aunque seguro que se leerá en alguna de las críticas que se hagan del álbum. Es un disco hecho desde la experiencia de los años transcurridos, de las vivencias más recientes y su motivación por no ofrecer el mismo disco dos veces. Ahora solo toca esperar cuál va a ser su próximo giro sonoro, cosa que ya ha amenazado con hacer en alguna de las entrevistas que he leído. Gustará a los que siguen su carrera en solitario, y también a los que supimos rectificar a tiempo. Eso no excluye a que Héroes del Silencio fueron y seguirán siendo una de mis bandas favoritas de todos los tiempos.

De Greta Garbo a…
En esta ocasión no traigo una recomendación, la actualidad musical manda. El pasado 24 de mayo nos dejó Anna Mae Bullock, mejor conocida como Tina Turner, a los 83 años de edad. La biografía de esta mujer merece la pena leer, con una vida muy dura (pasando por esa lacra del maltrato), con una carrera plagad de éxitos y algún récord guinnes como lograr reunir más de trescientas mil personas en Maracaná (Brasil), algo que solo ha logrado un tal Paul, de apellido McCartney. Una mujer de bandera, que por algo era The best. D.E.P.

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Sleep Token: La última sensación del ¿rock?

Como ya dije en un post anterior, de haberme quedado (musicalmente hablando) en los 90, que por generación es la que me corresponde, no habría podido disfrutar de un montón de bandas que surgieron a partir de los 2000. En el último lustro no hay formación que haya crecido tanto, a nivel de seguidores como de descargas y reproducciones, como Sleep Token. Las ventas de discos han pasado a un segundo, sino tercer plano. A un grupo hoy se le mira más por el poder de concentración en sus conciertos y las escuchas en las principales plataformas musicales.
Mis siguientes palabras van a escocer un poco, dependerá un poco del nivel musical de cada uno, pero una formación como Sleep Token solo podría haber nacido en Inglaterra. En España, esto de las fusiones musicales, más allá de las que tienen que ver con el flamenco, son miradas con cierto escepticismo. Dependiendo de la página en la que uno mire asociará a los londinenses con el Indie Pop, Indie Rock, Metal Alternativo, Metal Progresivo, Rock Electrónico, eso cuando no se le añade la etiqueta de post (ya sea post metal, post rock), que en muchas ocasiones se usa de forma peyorativa. De ahí que en el título haya recurrido a la interrogación. A día de hoy, que esto va por días, no sé si me encuentro ante una banda de Rock o de Pop electrónico. ¿Acaso es eso relevante? Lo último que he llegado a escuchar es que son los Imagine Dragons del metal.
Sleep Token pertenece a ese conglomerado de grupos que han decidido (por el momento) ocultar su identidad. Poco, o nada, se sabe de quiénes son sus integrantes. Tampoco les hemos podido ver las caras. Sus integrantes van ataviados con túnicas y máscaras, como en el pasado han hecho otros artistas; pongase de ejemplo Kiss, Gwar, Slipknot o más recientemente Ghost. En los tiempos en los que uno puede saber qué como nuestro artista favorito, lo único que sabemos del líder de la banda londinense es que se hace llamar Vessel 1. ¿Y el resto de los integrantes? Pues Vessel 2, 3 y 4. El nombre del grupo, según su líder, se debe a un sueño que tuvo. Se le apareció una deidad de nombre Sleep, a la que desde entonces venera. No voy a entrar en este tema, cosas más variopintas, y estúpidas, uno ha leído de un sinfín de bandas (algunas de reconocido prestigio).
Para el origen de la banda nos remontamos hasta 2016. Antes de su primer larga duración editaron dos EPs, One (2016) y Two (2017) en los que uno puede aventurar por donde iban a ir los tiros. Aunque siendo sincero, no creo que muchos apostaran por lo que se han convertido hoy en día. Es importante mencionar la estrategia de marketing que ha utilizado la banda. En lugar de depender de las discográficas, Sleep Token ha recurrido a las redes sociales y la tecnología para conectarse con su audiencia. Así ha usado su música de forma independiente, usando plataformas como Bandcamp y Patreon, lo que les ha reportada unos seguidores muy fieles. Una de las cosas que más va a llamar la atención es la voz de Vessel, un tipo que canta como los ángeles. Su tono liga más con el pop moderno y el soul que con una banda de rock al uso, aunque como podrán comprobar su rango vocal es muy muy versátil. Ah, y en directo, por lo que he podido comprobar en internet, corrobora lo escuchado en estudio.
Un servidor los descubrió en plena pandemia. Sundowning (2019) me supuso un verdadero quebradero de cabeza. No sé si me encontraba ante una genialidad o unos vende humos. Nada de lo que escuchaba era nuevo para mí, pero esa forma de concentrar melodías pop con sacudidas Djent (género del que ya hemos hablado en este espacio), riffs a lo Deftones o screaming más propios del metalcore me petó la cabeza por semanas. Tuve que dejarlos, pasar a escuchar otras cosas, volver a ellos y mantener una mente más abierta de lo habitual. De otro modo uno no es capaz de digerir que tras un tema claramente pop como Give te casquen una sacudida como Gods (ambos temas van seguidos) que parece querer remover los cimientos a lo Meshugga. Luego, con las escuchas, logré entender que el disco se mueve en terrenos intermedios. Temas como The Offering o Higher son los que mejor evidencian de qué va la cosa.


La expectación creada por su segundo LP no pasó nada desapercibida. Hasta un servidor, curtido en mil batallas de este tipo, esperaba con ansia la publicación de This Place Will Become Your Tomb (2021). Como en su primer largo, recurrieron al adelanto de buena parte del material, lo que atenuó esa espera. Cuando uno escucha Atlantic, uno se puede preguntar: ¿qué puede hacer en vivo el batería hasta que la canción termina por explotar al final? Puede tomarse un piscolabis, ir al baño, leer la mensajería. En este segundo trabajo de estudio se evidencia más que los teclados, como en el tema mencionado, pueden tener más protagonismo que las guitarras o la percusión. Si eres de los que odia lo que hace ahora Bring Me The Horizon, esto tampoco te va a gustar.
No os voy a engañar, después de una infinidad de escuchas, se me bajó el suflé que tenía con esta banda. Las revoluciones bajan con respecto a su primer LP, encontrando solo resquicios de aquello que llamó mi atención en temas como Hypnosys o Alkaline. Si uno presta atención advierte que aquí el pop es aún más preponderante, sin que eso tenga que verse como una connotación negativa. Con el paso del tiempo he aceptado que lo que Sleep Token nos ofrecen es una experiencia sonora en la que todo puede tener cabida. En Fall For Me, de repente, recurren a doblar o triplicar las voces como si de una Boy Band se tratara. ¿Acaso eso de doblar las melodías vocales no es lo que hicieron los genuinos Def Leppard en algunos de sus clásicos de los ochenta? El pop y el rock llevan conviviendo desde tiempos inmemoriales, decantarse por uno y dar la espalda al otro es una empresa destinada al fracaso. ¿Cómo se puede si no entender la música de hoy sin lo que en el pasado nos ofrecieron los cuatro de Liverpool, The Beatles?


El Hype creado para su tercer larga duración, Take Me back to Eden (2023), era muy alto. Los haters, que les han crecido casi tanto como los seguidores, estaban listos con las espadas en alto. Fue escuchar el primer adelanto, Chokehold, y ahí estaban para dar cizaña sin importar lo que uno acaba de escuchar. Es cierto que hay estructuras en los temas, como en este caso, que sean una repetición de lo ya escuchado. No quiero ni pensar lo que dirán estos mismos del 72 Seasons de Metallica (disco reseñado por un servidor hace unas semanas, puedes leerlo en este blog). Una semana después, sin casi tiempo para digerir nos sueltan el segundo adelanto, The Summoning. Un tema de más de seis minutos parece poco propicio para convertirse en un single radiable. Claro, que luego he caído, que eso a Vessel 1 y compañía poco les importa. Tras un inicio abrumador, nos meten un estribillo con falsete incluido que se te mete en la cabeza y no te sale. Os juro que me puse a cantar en el metro de camino al trabajo sin importar el qué dirán. El solo de guitarra, muy en la onda de lo que haría una banda de metal progresivo, te deja con la ceja en alto (no esperaba este recurso). Y cuando el tema parece terminar, por el minuto 5:00 te meten una parte de trap al uso. Nadie podría estar preparado para esto, menudo pelotazo sonoro.

Como es evidente, después de millones de reproducciones con The Summoning, que llegó al número 2 en la lista de Spotify (y no me refiero al apartado metal, sino de todo lo escuchado en la plataforma) el hype no hizo más que crecer y crecer. Hasta seis temas han sido adelantados, entre los que destacaría Aqua Regia, un corte que me tiene eclipsado. La base trap, algo que se aleja de mis gustos musicales, pero que estos tipos hacen suya, lejos de provocar rechazo te termina por atrapar. Que en el medio te metan una sección de piano jazz, más que una salida de olla es un recurso con el que salen victoriosos. Si de repente te pones a contonear los pies como un bailarín en Broadway no te extrañe.
Aquello que (como yo) temieron un amaneramiento después de su segundo disco, pueden estar tranquilos. En Vore se concentran las dos virtudes de Sleep Token, su capacidad para convertir un tema pop en metalcore, o es al revés. Uno nunca lo tiene claro. Del resto de los temas destacaría Ascensionism, un tema de más de siete minutos, al que no le sobra nada. Ese susurro de «Diamonds in the trees, pentagrams in the night sky» que precede a la explosión del tema me sigue volando la cabeza. Dale al enlace, no te arrepentirás.
Por supuesto, aquí también tenemos una balada para poner el mechero en alto (mejor dicho la linterna del móvil, que es lo que hoy se estira). Are You Really Okay? es carne de directo. Esa es otra de las virtudes de la banda, concebir temas que van a funcionar sí o sí en vivo. Si el tema no te conmueve es posible que no tengas corazón. La letra un poco ñoña, pero qué puede esperar uno de una power balada.
Como punto negativo, que no todo es bueno, puede ser la larga duración. Los algo más de sesenta minutos pueden hacerse cuesta arriba en su parte final, con algún tema que podrían haberse ahorrado. No es el caso del tema que da título, Take Me Back To Eden, que con sus más de ocho minutos nos dejan claro que el hype creado está más que merecido.


Conclusión:
No os voy a engañar, es un grupo para escuchar si uno es abierto de mente. Si eres un talibán del estilo no lograrás sacarle todo su jugo. No tengo la menor duda que con este último trabajo (que junto a los dos anteriores forman una trilogía, según Vessel) crecerán aún más. No sé tampoco cuánto tiempo más aguantarán manteniendo el anonimato, pero por el momento todo el interés recae en lo único que debe importar: la música.
Este que os escribe los verá en directo este año en el Resurrection Fest, en el que actuarán al lado de unos remozados Pantera, los ya mencionados Slipknot y Ghost, o bandas del calibre de Alter Bridge (del que hay una reseña en este blog), Papa Roach, Architects, Nothing More, Lacuna Coil o Motionless in White entre muchos. Si alguna de estas bandas no te suenan, no te preocupes. Es posible que te quedaras atrapado en la música del siglo pasado.

La recomendación
Como prometí en la reseña de los madrileños Havalina, trataré de dejaros una recomendación ligada con el protagonista del artículo que toque. Si Sleep Token puede requerir un poco de esfuerzo mental, no quiero ni pensar lo que uno necesita para enfrentarse a Igorrr (con tres r). Para que os hagáis una idea, Gautierre Serre, en directo aparece ataviado como si se tratara de un Dj, a lo David Guetta. El líder es un multiinstrumentista de reputado prestigio. La propuesta de estos franceses entra todo (y cuando digo todo es todo), desde la música barroca, al black metal. Mejor os dejo un tema, porque esto si que es inclasificable.

Reseña de Maquinaria (2023), Havalina

A veces estoy tan sumido en lo que sucede (musicalmente hablando) fuera de nuestras fronteras que olvidó que aquí hay un puñado de artistas/grupos que merecen, no solo mi atención sino la del público general. El disco de hoy no sonará en las radios convencionales (40 Principales, Cadena Dial, Cadena 100), no llenará tantas páginas en la prensa musical de este país, tampoco aparecerá en las listas de ventas como los más vendidos al final de año. Havalina, nombre de la banda que hoy centra mi interés, está muy por encima de todo eso. Si tuviera que aplicar una palabra que defina su situación musical con respecto a otras muchas bandas que no merecen tanto apoyo mediático diría que «sonrojante». Sonrojante es que la banda de Manuel Cabezali no tenga la repercusión que se merece. Ellos son un ejemplo claro de lo que es una banda de culto, con un grupo de fans no muy numeroso pero fieles. Lo que si se han ganado es el respaldo de sus compañeros, después de más de veinte años en la profesión, reconociendo su influencia.

Antecedentes
Podemos hablar de dos etapas bien diferenciadas en su larga carrera. La primera bajo la denominación de Havalina Blu, con el que publicaron tres discos de estudio: Uncoloured Songs (2003), From Bed to Bed (2005) y A woman or Two(2006). Como le ha sucedido a muchas otras bandas del mundo Indie (póngase de ejemplo Love of lesbian), hubo un momento en que decidieron cambiar las letras en inglés por el castellano. Al parecer las escuelas bilingües no han tenido el efecto que se pensaba, siendo el idioma una barrera a la hora de lanzar el mensaje. Tampoco nos ensañemos con ello, que si uno mira las listas de venta de Inglaterra o EE.UU pocos (muy pocos) son los que consiguen triunfar sin usar el lenguaje autóctono. Esta primera etapa ha estado marcada por la figura de Charlie Bautista, que compaginaba las labores vocales y de composición con el otro protagonista de la banda, el señor Cabezalí.
A partir de Junio (2008), ya con Bautista fuera de la formación, y con el cambio de nombre a Havalina, se inicia la segunda etapa. A partir de este momento todos los discos son en castellano. Las influencias de la banda son muy evidentes: The Cure, los Radiohead de la época de The Bend, Soundgarden, The Smashing Pumpkins, incluso ramalazos de los buenos U2. Ese eclecticismo, que si bien han hecho de su propuesta única e indivisible, reconociendo su sonido como el de Havalina, ha jugado en su perjuicio a la hora de catalogarlos. Si bien están más cerca del rock indie, para estos son demasiado guitarreros, mientras que para el público metalero juega en siu defecto ese eclecticismo del que antes os he hablado.
Aunque en sus discos podamos encontrar hitazos como Noches sin dormir, Imperfección, Tu ciudad, Viaje al Sol o Más velocidad, que perfectamente han podido sonar en las radiofórmulas (ellos se lo han perdido) se me hace más acorde hablar de sus trabajos de forma conjunta que como singles independientes. El propio Cabezalí (al que igual alguno ha visto como músico en vivo de Zahara, además de músico es un reputado productor), reconoce que no cree en el formato single. Si uno pone cualquier disco de Havalina se dará cuenta que muchos temas están conectados, como si fueran partes más que temas independientes.
Cada disco supone una cambio exponencial en sí mismo. De Junio (2008) a Imperfección (2009) existen tantas diferencias como de éste último a Las Hojas secas (2010). Las letras, que en ocasiones se reducen a unas pocas líneas, lejos de ser un flaco suponen un punto de inflexión. Cabezali es uno de los mejores compositores de este país, pese a que la prensa generalista no le dedique más que escuetas palabras. ¿Qué le hagan esa pregunta a la infinidad de artistas y bandas a las que ha producido? Mención especial para su disco Islas de Cemento, cuyas letras son adaptaciones de un libro de poemas del hermano de Manuel, J.J. Cabezalí, cuyo titulo es Manual para conductores borrachos. Temas como Cristales rotos sobre asfalto mojado o Un reloj de pulsera con la esfera rota son delicatessen pura.

Maquinaria (2023)
El décimo trabajo de estudio de Havalina ( séptimo si uno no cuenta los publicados en inglés) viene a suceder a Muerdesombra (2017), en el que los teclados estuvieron muy presentes. Hablar de continuación es mucho, yo diría más bien va un paso más allá. Después de la primera escucha es evidente la influencia de una de mis bandas favoritas, los Nine Inch Nails de Tren Reznor. Como en los discos anteriores, es dificil resaltar un tema por encima de otro. Maquinaris, oda industrial con la que abre el trabajo, apunta al futurismo. A lo largo de los otros once cortes tenemos una buena dosis de lujuria con Robotica, Ciencia Ficción en Salma destrucción o distopía con Deconstrucción. Cuando uno llega a Naciente, último corte, se le quedan las ganas de volver a darle al botón de reproductor, ya que las numerosas capas musicales hacen de este disco un lujo para deleitarse, para escuchar con unos buenos auriculares en la soledad más absoluta. Entre media destacar La palabra, con la aparición en las voces de Nieves Lázaro (Lázaro es otra banda muy a tener en cuenta).

Los amantes de matrix, Blade Runner o Westworld han podido encontrar a una banda por descubrir, y con letras en castellano. El concepto del disco queda patente desde esa abigarrada portada, en la que lo robótico y lo futurista se funden en uno solo. Maquinaria no aparecerá en la lista de los discos del año, por aquello de no pertenecer al mundo musical mediático, pero ya os digo yo que ES UNO DE LOS DISCOS DEL AÑO, y en el que me voy a refugiar en más de una ocasión.

Recomendación
A partir de esta semana, y siempre que se trate de una reseña musical o review, voy a dejar también una recomendación musical final relacionada con el artista o banda de la cabecera. En esta ocasión voy a barrer para casa, y cuando digo para casa digo para Astorga (León), la ciudad que me vio nacer, a la que vuelvo cada verano para impregnarme de sus raíces.
De allí son Pandorado, un nombre muy de la tierra. Seres (2019) es el primer disco de esta formación compuesta por cinco amigos: Ulpi Fernández, Luis Miguel Maestro, Nacho Ménndez, Oscar Morán y Pablo Rubio. Los diez temas que forman el álbum fueron grabados en El lado Izquierdo por Dany Ritcher (otra figura destacada del mundo underground), bajo la producción de Manuel Cabezalí. Su espítitu y su sellos es palpable en temas como Magnético, con esos desarrollos instrumentales intermedios.
Despierto, tema de apertura y primer single, es una inmejorable carta de presentación, con unas guitarras muy contundentes. Nieves Lázaro pone voces en Magnético. La paz de los muertos es un ejemplo de la valía de estos paisanos (puede que la tierriña me haga ser subjetivo), muy en la línea de los primeros discos de Viva Suecia (otra gran formación Indie). Como en el caso de Havalina, se me hace difícil destacar un tema por encima del otro, me quedo más con el conjunto.

Crítica de 72 Seasons, Metallica

De los discos más esperados del 2023, independientemente de si la lista fuera más afín o no al rock, en todas ellas aparecía en letras mayúsculas el undécimo trabajo de estudio de Metallica. Después de haberlo estado escuchando desde hace un par de semanas antes de su publicación (ventajas de haber trabajado en este mundillo de la crítica musical), más que respuestas lo que me han despertado es alguna que otra pregunta. ¿De verdad era necesario un nuevo disco de estudio?
Si eres un fan boy de los de San Francisco no sigas leyendo, no quiero que te salga ninguna úlcera. ¿Quién a estas alturas puede esperar un disco relevante de la formación de San Francisco? Sus tiempos de gloria se remontan al pasado. Mal que les pese a muchos, el último disco en el que quisieron innovar fue St. Anger (2003) y la cosa no salió bien. A partir de ahí la banda se puso en modo piloto automático. Death Magnetic (2008) nos trajo a los Metallica más insípidos que se recuerden, y eso que en las labores de producción estaba un tal Rick Rubin. El sonido era impecable, pero los temas no había por dónde cogerlos. Y para colmo de males se atreven con un The Unforgiven III. Si en ocasiones segundas partes no son buenas no digamos ya terceras. La cosa remontó un poco el vuelo con Hardwired… to Self-Destruct (2016), en el que han quisieron congraciarse con los fans de los primeros tiempos, pero la cosa se quedó en algún tema resultón y poco más. Para añadir más leña al fuego (me pongo en modo pirómano) el siempre discutido Hammett perdió toda su labor creadora (riffs, solos de guitarra) al perder (valga la redundancia) su teléfono móvil. ¿Quién guarda su trabajo en un smartphone? Seamos serios XD, que estamos hablando del guitarrista de la banda de metal más famosa del mundo, la banda de rock más influyente en los últimos 25 años y parte de un grupo que se gestiona como una empresa. No obstante, estos tipos tienen participaciones en un sinfín de empresas que les reporta tanto o más dinero que lo que consiguen bajo la firma de Metallica.
Puyas aparte, tampoco es que los de The four Horsemen necesiten demostrar nada a nadie a estas alturas. Si uno mira sus setlist se dará cuenta que la mayor parte lo componen temas de su etapa entre 1983 y 1991, con alguna incursión en los Load y ReLoad (96 y 97). El punto culminante de popularidad (que no es lo mismo que de ventas truanes) llegaría con el disco sinfónico S&M (1999). A partir de ahí la cosa se torció en cuanto a creatividad se refiere.


72 Seasons Review
Y después de esta larga introducción llegamos a 72 Seasons, el undécimo de su catalogo, sin contar rarezas como la de Lulú (2011). Repite a la producción con Greg Fidelman. El disco como el del 2016 suena de cojones, eso no se puede dudar. Pero las comparaciones no terminan ahí, el título que da nombre al disco, en honor a las etapas de una persona hasta convertirse en adulto (aunque esto no se vislumbra ni el tema título, tampoco es el primer caso) se emparenta en sonoridad al disco predecesor. Si algo podemos remarcar de este 72 Seasons es el inicio de bajo, que me recuerda a un tema de la B.S.O de Pulp Fiction. Me alegro por Robert Trujillo, que lleva como bajista más tiempo que ninguno y parece que su labor siempre ha quedado ninguneado con respecto a Burton y Newsted. Lo más destacado del tema es su parte intermedia, lo peor su duración excesiva. Un mal endémico desde los tiempos de St. Anger es la manía que les ha dado por concebir temas largos que quedarían infinitamente mejor restando minutaje. A veces menos es más.
De Shadows Follows, segundo corte, con más de seis minutos, solo puedo rescatar la línea melódica previa al estribillo. Le sigue Screaming Suicide, uno de los temas que ha servido de adelanto. Aquí tenemos algo que se puede extender al resto del conjunto: el culto a la escala pentatónica (sucesión de cinco sonidos, alturas o notas diferentes dentro de la octava) al bending y al pedal WahWha por parte de Hammet. Como tema independiente puede ser de lo más resultón, sonará fijo en sus directos, y se agradece después del bajón del tema anterior.


Sleepwalker My Life Away se inicia con una línea de bajo muy funk a la que se van sumando el resto de los instrumentos. Una vez el tema empieza te das cuenta de que se trata de otro medio tiempo soporífero, con estructura calcada a las anteriores. You Must Burn! posee reminiscencias a mi tema favorito de la banda, Sad But True, de su disco del 91, pero lejos del resultado de aquel. Aquí tenemos la mejor interpretación de Hammet en todo el plástico con un previo y solo de guitarra bien definido y diferenciado del resto. El señor Trujillo aporta vocales en el coro, algo que ya había hecho en directo no así en estudio. Lux Aeterna fue el single de presentación, del que ya hablé en un artículo independiente en esta casa. Es el tema más corto de los doce, riff sencillo y efectivo, que nos recordará a Diamon Head, banda a la que han versionado los de San Francisco en los Garage Days. Así se iba a llamar el disco si la elección hubiera dependido de Hetfield.
El recuerdo de los Load y ReLoad queda palpable en Crown of barbed Wire. Si conociste a la banda en su etapa más experimental, este tema no te defraudará. Chasing Light pasa completamente desapercibido, al igual que el corte dos antes mencionado. Entre uno y otro suman doce minutacos que se podrían haber ahorrado. If Darkness Had A Son, otro de los temas que nos adelantaron, me viene que ni pintado para meter el dedo en la llaga. El debate sobre la participación de Mustaine en Metallica, pese a no haber publicado con él más que una maqueta previa al primer álbum de estudio sigue más vigente que nunca. En parte, alimentado por el propio Mustaine. Los partidarios de que su legado del pelirrojo más famoso del metal va más allá de los créditos en algunos de los dos primeros de estudio encontrarán razones para pensar así. Este y el single de presentación son una clara muestra de ello, aunque sin la lucidez a la que nos tiene acostumbrado Dave Mustaine. Resulta difícil defender un tema como este, en el que tras un minuto y pico de intro nos cascan «temptation» cinco veces. Si la luz tuviera un hijo no sería este su tema. Puestos a poner oscuridad en un medio tiempo, me quedo con el In My Darkest Hour (tema que Mustaine compuso en honor a su ex compañero Cliff Burton) de Megadeth. Comparen ambos temas y juzguen.


Los dos siguientes temas nos devuelven (y no es la primera vez) a su primer álbum de estudio. Luego seré yo el que diga que desde Death Magnetic la banda no ha hecho otra cosa que auto plagiarse, y de paso intentar congraciarse con los fans que perdieron tras el álbum homónimo. Too Far Gone? y Room of Mirrors son de lo mejor del álbum aunque no sean temas muy originales. Por lo menos nos recuperan algo del músculo perdido en estudio (que no en directo).El tema que cierra el disco, Inamorata, el más largo del plástico, con algo más de once miutos, tiene todo lo bueno y lo malo de los Metallica del Siglo XXI. El tufillo a Black Sabbath está ahí, sin que esto tenga que ser interpretado como un mal. Pese a que le sobra minutaje (como a otros cortes) está entre lo potable de un disco muy irregular.
Hay otros temas que merecen ser analizados por separados. Lo más positivo, el alto nivel de Hetfield a las voces, no solo en estudio en directo también mantiene el tipo. De todos los discos en los que ha participado Trujillo este es el que más podemos resaltar su valía. Una pena que luego en vivo no pegue ni con cola con el resto de los miembros. Vamos, que el tío parece que va a su puta bola. Kirk Hammet no está, ni de largo, entre mis guitarristas favoritos. Su abuso de los elementos antes mencionados es algo que siempre me ha tirado para atrás. Me quedo con algún que otro solo. En cuanto al denostado Ulrich, su labor aquí es correcta. El problema no es tanto su pegada, aunque esto en estudio con los avances tecnológicos se puede disimular, viene dado por su incapacidad de mantener los tempos.
En el apartado lírico, terreno en el que Metallica nunca ha brillado (no nos engañemos) tenemos mucho mensaje de auto ayuda y los de toda la vida. Supongo que lo ocurrido con Hetfield en los últimos tiempos (divorcio, nuevo paso por clínica de rehabilitación para solucionar sus problemas con el alcohol) ha tenido mucho que deber. Encontramos excesivas repeticiones de patrones vistos muchas veces.


Conclusión
Repasada la crítica, uno puede pensar que me ha quedado muy negativa. Si uno compara cualquiera de estos nuevos temas con The call of Ktulu, Master of Puppets o One, razones no me faltan. Por suerte, este disco no compite con su etapa dorada, sino con lo hecho en el Siglo XXI, donde también sale claramente perdedor. Tampoco es que tuviera unas grandes expectativas, por lo que la fdecepción es nula. Lo que sí os puedo garantizar es que desde el minuto uno al último uno sabe que esto es Metallica. Los riffs son más simples que los de antaño, las canciones poseen estructuras similares (lo que hace la escucha monótona) pero a buen seguro que harán las delicias de los recién iniciados en el instrumento de las seis cuerdas. Vamos, que los vas a gozar a lo guitar hero. El problema viene cuando uno es exigente (y uno lo es) y se da cuenta que detrás de tanto artificio no hay chicha, todo suena insustancial. Si uno compara el mejor tema de este trabajo con cualquiera de los del álbum de Periphery, que hace unass semanas reseñamos en esta casa, 72 Seasons sale mal parado.
En líneas generales me ha parecido un trabajo continuista, algo que no sucedía desde los tiempos del Load y ReLoad. Revisando otras críticas la nota media es de 7, me parece algo desmedida. Por suerte, ni entonces cuando trabajaba en la crítica musical ni ahora me gusta valorar un álbum con un digito. ¿Cómo es posible poner un número o una estrella a una creación artística? Lo que para uno puede ser un tostón para otro puede ser algo superlativo. Hay dejo mi reflexión.
Por último, una mención a la portada. No sé si el color amarillo va mucho con unos tipos a los que se les ha asociado con el negro, más allá de su indumentaria. Tampoco es que las portadas de los discos de Metallica sean de lo mejor que se haya visto, y sino vean la poratada chapucera del Master of Puppets por muy emblemática que esta sea.
Ah, y por si alguno se ha llevado una idea equivocada de mi opinión, Metallica sigue siendo la banda de metal más importante del mundo, aunque otros hayan hecho cosas también meritorias, y una de las bandas que merece la pena ver en vivo. Se pasarán por nuestro país en verano del 2024, yo ya tengo mi entrada para verlos en el Metrapolitano. Al fin y al cabo, cuando uno va a un concierto de Metallica (como de AC/DC o Guns N´Roses) sabe de antemano lo que va a escuchar/ver.


Pd: De Metallica, con más de 25 Millones de reproducciones mensuales a una banda de culto de Madrid que apenas sobrepasa las 15000. Pero eso será en el próximo artículo. Venga, os dejo un pequeño adelanto sonoro.

Review del Black Album (1991)

Ahora que estamos en vísperas del nuevo de estudio Metallica, el 14 de abril se publica 72 Seasons, sería bueno hacer un repaso sobre lo que supuso para la banda el lanzamiento del Black Album en 1991. De lo que no hay duda es que hubo un antes y un después, tanto en la trayectoria de la formación de San Francisco como para muchas bandas que vinieron después.

Antecedentes
Como mencioné en el podcast de esta casa, Historias detrás del pentágrama, Metallica era a inicios del 90 la banda de metal más importante, pero les faltaba algo que hasta entonces les había sido esquivo: entrar en el círculo del mainstream. Para ello decidieron contar con el afamado productor Bob Rock. La sonoridad de este trabajo con respecto a los anteriores es muy diferente, pero no nos adelantemos a los acontecimientos.
Antes de la publicación del primer álbum de estudio, Kill ´Em All (1983), el grupo pasó por cierta inestabilidad en lo que respecta a su formación. Ron McGovney (primer bajista) fue sustituido por Cliff Burton y Dave Mustaine sería expulsado y relevado por Kirk Hammett. El legado de este último en la banda es uno de los géneros a debate por muchos fans. No son pocos los que consideran que van más allá de los temas en los que fue acreditado. Pese a que hoy día el Kill ´Em All es considerado un clásico entre los clásicos, lo cierto es que en su día fue un disco que pasó bastante desapercibido, más allá del Bay Area trash metal.
Con cada disco editado creció su número de fans, teniendo su punto de inflexión en su tercer trabajo de estudio. Master of Puppets (1986) fue todo un éxito de crítica y público, pero también fue el periodo en el que la banda estuvo cerca de desaparecer. Durante la gira europea el vehículo en el que viajaban sufrió un aparatoso accidente. Cliff Burton falleció en el acto, sumiendo al resto de los integrantes en un profundo pesar. Precisamente fue la familia del propio bajista los que convencieron al resto de los integrantes para que continuaran su carrera. Su sustituto sería el desconocido Jason Newsted.
A excepción del álbum debut, Flemming Rasmussen es el productor del resto de los discos de estudio, siendo el polémico …And Justice For All (1988) el último que contó con su participación. Si bien en los tres primeros discos se mantuvieron fieles al trash metal, para su cuarta placa se decantaron por unas composiciones más elaboradas. La controversia aquí vino dada por la mezcla final, el la cual la Lars Ulrich (cerebro de la banda) decidió bajar el volumen del bajo hasta hacerlo prácticamente inaudible. De este periodo data su primer videoclip oficial, para el tema One.

La relación Ulrich/Hetfield
En el rock es muy habitual que dos miembros sean los pilares de una banda, una dualidad que en muchas ocasiones acabe en una lucha de egos. En Metallica esas figuras son Lars Ulrich y James Hetfield. Se ha especulado que esa fue la razón (y no otras) lo que hizo que despidieran a Dave Mustaine antes de que la banda entrara en estudio para grabar su álbum debut. Lo cierto es que Mustaine demostró, no solo ser un guitarrista excepcional (nada más hay que ber la trayectoria de Megadeth), sino también la de alguien al que difícilmente iban a poder controlar. Y no solo me refiero al comportamiento errático del guitarrista en aquellos tiempos.
Los únicos miembros de Metallica que han permanecido en el seno de la banda son, precisamente, Ulrich y Hetfield. El papel del primero como batería ha sido frecuentemente criticado, no tanto por su pegada (que la tiene) sino por su capacidad para mantener el ritmo en directo. De lo que no hay duda es que su papel ha sido fundamental para que la banda se haya convertido en lo que es hoy, más que un grupo de rock es una empresa. El papel de Hetfield como frontman está fuera de toda duda. En una entrevista reciente declaró que: «los miembros de forma individual son músicos del montón». No puedo estar del todo de acuerdo con él, al menos en lo que respecta a su parcela. No solo es un gran vocalista, también es un guitarrista notable.

Bob Rock
Si uno mira para atrás se da cuenta de que para cuando Metallica iba a entrar en el estudio para grabar su álbum homónimo ya eran (con todo merecimiento) la banda más grande del planeta. Lejos quedaban ya los tiempos de los conciertos erráticos como consecuencia del abuso del alcohol (los fans los apodaron en su inicio como Alcoholica). Cualquiera que haya visualizado el concierto Live Shit: Blinge & Purge, Seattle 1989, lo puede constatar. Pero como mencioné en el podcasta de esta casa (anteriormente mencionado) aún les faltaba entrar en el círculo del mainstream. Las emisoras de radio se negaban a poner sus canciones, bien por el exceso de duración o por el contenido de sus letras. Tan solo One logró ser radiada de forma frecuente.
La idea de que Bob Rock se convirtiera en el nuevo productor se lo debemos a Lars. Al parecer quedó impresionado por su labor al frente del Dr Feelgood (1989) de la banda angelina Mötley Crüe. Si algo destaca la producción de ese álbum es la sonoridad de la batería y el bajo. Precisamente estos son los dos instrumentos que mejor salen parados en la mezcla final. Pero su labor como productor no fue un camino de rosas, algo que queda palpable en los documentales The Makin of The Black Album y A Year an a Half in the Life Outtakes. No solo les espoleó para que grabaran riffs más sencillos, pero igual de contundentes, también les limitó en lo que respecta a la duración de las canciones. En cuanto a los solos de guitarra, Kirk Hammet sufrió la dura selección del productor, obligándole a repetir una y otra vez sus partes hasta que quedaran como se requería.
El resultado final fueron doce cortes, doce temas que cambiarían la historia del metal para bien o para mal. Las cifras de ventas, con más de veinte millones de copia, dan la razón de su decisión, pero no pudo evitar la estampida de algunos de sus fans que los acusaron de <<vendidos>>. Esta historia ya la hemos visto en la industria de la música. Cuando una banda alcanza una mayor proyección popular se les acusa de traicionar su legado. Es evidente que el álbum homónimo suena diferente a todo lo que se hizo anteriormente, sin embargo, su sonido se ajustaba más a lo que la banda era entonces en directo.
El Black Album adopta diversas innovaciones técnicas en la grabación de los instrumentos, convirtiéndose su producción en un referente para grabaciones posteriores del rock y también del pop. Ese es su gran legado, mucho más allá de los doce cortes que lo componen. Que el disco iba a ser todo un acontecimiento lo reflejan las largas colas en las tiendas para adquirirlo, gracias entre otras cosas al hitazo que supuso Enter Sandman.
La labor de Bob Rock no terminó aquí, se prolongó hasta la publicación del St. Anger (2003). Entre medias Metallica alcanzaría las mayores cotas de popularidad (que no siempre es equiparable a número de ventas) de la mano de Load y ReLoad (1996 y 1997) o S&M, con la Orquesta sinfónica de San francisco.

Portada
La cultura popular terminó por dar nombre a un disco cuyo título oficial no es Black Album, sino simplemente Metallica. La sobria de su portada es un homenaje a The Beatles y su álbum The White Album (1968). El negro es un color muy ligado a Metallica, nada más hay que ver su indumentaria, pero la idea de la ausencia (casi total) de elemntos en la portada obedece a otro factor: «lo importante es el interior» expresó Hetfield en su momento. De forma tibia se visualiza también el logo de la banda y la serpiente de cascabel de la bandera de Gadsden, cuyo lema también da título a la sexta canción del álbum: Don´t Tread on Me.

Las canciones
El éxito del Black Album se debe, en gran medida, a las doce canciones que lo forman, de las cuales se extrajeron hasta cinco singles.


1-Enter Sadman
La canción que abre el disco fue también el primer sencillo, siendo una de las canciones más emblemáticas de la banda. Originariamente el riff tenía dos compases, hasta que Ulrich sugirió que el primero debía tocarse tres veces antes del último. El inicio es, posiblemente, la mayor contribución de KirkHammett más allá de los solos.
Pese a ser el primer tema compuesto para el Black album fue el último en grabarse, ya que la letra original fue cambiada. Ulrich y Bob Rock le hicieron entender a Hetfield que podía componer una mejor letra, algo que en un inicio no le hizo gracia.
El niño que recita la plegaria junto a James Hetfield no es otro que el hijo del propio productor. La canción fue utilizada por el luchador profesional de la ECW Jim Fullington, alias The Sandman.

2-Sad but True
Si hay una canción que mejor representa este nuevo sonido de Metallica, con respecto a lo anterior, esta es sin duda Sad but True. Curiosamente también es el tema que se salva de la quema de los viejos fans (aquellos que les dieron la espalda a partir de entonces) gracias a su riff lento pero contundente. A titulo personal, es mi tema favorito de la banda y una imprescindible en sus directos.

3-Holier Than Thou
Esta fue la canción elegida por el grupo y productor para ser el primer sencillo, siendo una de las más rápidas y también más cortas de duración (lo que la hacía propicia para las radiofórmulas), sin embargo, esta idea fue desechada a petición de Ulrich quien propuso Enter Sandman.

4-The Unforgiven
Este tema es el que mejor representa los dos aspectos por los que destaca el Black album en cuanto a su producción, con un gran tratamiento de las voces. Ya en el pasado la banda había experimentado con temas de corte más melódico: Fade to Black, Welcome Home Sanitarium y One, pero aquí la puesta es clara y concisa desde el principio hasta el final. La banda opto por revertir la dinámica, distorsionando los versos y modificando la melodía en los coros en la que la voz de Hetfield en el coro hace uso del crooner (una forma de cantar suave y murmurante, sin proyectar la voz). El solo de guitarra, de vastas influencias blues, fue uno de los que más desquició a Hammett viéndose obligado a repetir a petición de Bob Rock.
El sonido de la introdución se tomó de Los que no perdonan, un western, reproducido de al revés, de forma que no se reconoce su origen.
En directo incluye un solo inédito al final que no fue incluido en la grabación de estudio. La canción tiene dos secuelas, una segunda parte en ReLoad y la inefable tercera parte de Death Magnetic. Yo me quedo con la primera, of ciurse. Es más obviaría escuchar cualquiera de las dos partes siguientes.

5-Wherever I May Roam
El tema más exótico del disco. Al inicio se puede escuchar un sitar (instrumento musical tradicional de la India y Pakistán semejante a un laúd o el banyo) interpretado por el propio Hetfield. En este tema Jason Newsted utiliza un bajo de doce cuerdas. Aunque la canción acabó eclipsada por los dos grandes singles del disco, es habitual en sus conciertos.

6-Don´t Tread on Me
La letra de esta canción está muy ligada al patriotismo, ya que habla de la Guerra Civil de los Estados Unidos. El titulo aparece en la bandera de Gadsen, utilizada en la misma canción. Al inicio se puede oír la melodía de la canción America de la película West Side Story.

7-Through the Never
La séptima canción del álbum nos habla de las especulaciones sobre si hay vida en el espacio o no. Es una de las pocas canciones que conservan su estilo trash metal más tradicional. Hasta el 2009 la banda solo la había interpretado en vivo durante la gira de promoción del Black Album. En 2013 se estreno una película llamada con el nombre de este tema.

8-Nothing Else Matters
El tema más controvertido del álbum es, posiblemente, el más conocido del disco y de la banda. Esta power ballad ha sido versionada en sun sinfín de ocasiones por artistas de todo tipo. Fue el tercer sencillo.
La historia de esta canción (que fue contada también en el podcast de Historias detrás del pentágrama) cuenta que Hetfield escribió en alusión a las últimas palabras de su abuelo. La canción estuvo cerca de quedarse fuera del disco, Ulricj convenció al vocalista para incluirla, pese a que por estilo no cuadra con el resto de los once temas. El solo de guitarra está tocado por Hetfield.
De las diferentes versiones que hay la más interesante sea la llamada Elevator Version, que aparece en el lado B del sencillo Sad but True, en la las guitarras eléctricas son sustituidas por acústicas, incluso en el solo, e incluye arreglos orquestales de Michael Kamen (con el que trabajaron años despues para el S&M).
Es una de las canciones más sobreexpuestas de la banda, ¿qué levante la mano aquel que no la haya escuchado en alguna boda? A título personal es un tema que nunca me encajó. Pese a sus más de seis minutos de duración, es un claro tema enfocado a las radiofórmulas, con una estructura muy repetitiva, algo que se extiende a la letra. Este tema fue la gota que colmó el baso para aquellos fans que vieron en el Black Album a una banda vendida a la comercialidad.

9-Of Wolf and Man
Junto a Sad but True, mi tema favorito del disco. El tema comienza con un riff simple que va mutando a lo largo del mismo.

10-The God That Failed
Pese a que no fue lanzada como single fue la primera canción que el público pudo escuchar del nuevo álbum. La canción es una dura crítica a la religión por negarse a la cura de determinadas enfermedades, en las que es necesario la intervención de la ciencia. En este tema podemos escuchar al principio el perfecto sonido del bajo y la bateria, con una produción muy diferente a lo que fue …And Justice For All (1988). Una de las curiosidades que tiene es la escucha de gatilleos que grabó Hetfield con uno de sus rifles descargado.

11-My Friend of Misery
La canción se inicia con una bella pista de bajo interpretada con plumilla, dando muestra de la valía de Newsted al instrumento. De las cinco veces que he escuchado a Metallica en vivo tres fueron con James Newsted al bajo y siempre me quedó la sensación que su labor no ha sido suficientemente valorada, además de que en directo no había feeling con el resto. Lo que era una impresión se confirmó tras su salida de la banda. Según palabras textuales suyas: «nunca me sentí plenamente integrado».
El ritmo de esta canción se orienta más al hard rock, del que luego darían continuación en Load y ReLoad. Originariamente se concibió como una pieza instrumental, siguiendo la línea de otras composiciones de otros discos anteriores, pero Bob Rock convenció a la banda para que se le pusiera voz.

11-The Struggle Within
Como en los discos anteriores, el último corte del álbum es el más rápido y uno de los más trasheros del disco. Pese a ello es una de las canciones que menos veces han interpretado en vivo.

El Legado
El legado de este disco se puede mirar desde diversos puntos de vista. Si uno atiende solo a su producción se verá que muchas otras bandas de rock (y pop) se inspiraron en el Black Album por su sonoridad y la brillantez de una mezcla en la que cada instrumento brilla con luz propia.
El Black Album es uno de los discos más relevantes de la industria del rock, inspirando a muchas otras bandas. Fue el disco que terminó por catapultar a Metallica a las grandes masas, pero también ha sido el disco con el que han comparado sus posteriores producciones. Ningún disco de Metallica vendió tanto como este de 1991, año en el que también vieron la luz los Use Your Illusion I y II de Guns N´ Roses, el Nevermind de Nirvana o el Ten de Pearl Jam entre otros muchos.

¿Son comprensibles las críticas de los viejos fans?
Una de las grandes mentiras del rock es aquello de que una banda de rock no busca la comercialidad. Todas las bandas quieren llegar a cuanto más público mejor. La cuestión es lo que uno deja atrás para lograr ese proceso. Entiendo perfectamente que los viejos fans les dieran la espalda tras la publicación de este disco, no comparto las críticas vertidas en cuanto a «vendidos» por lo explicado anteriormente. Es evidente que hubo un antes y un después del Black Album. En ocasiones tenemos una idea equivocada de la música, no siempre complejidad o virtuosismo es sinónimo de buena música. Lograr lo mismo con la sencillez es igual o más difícil. Aquí tenemos temas menos elaborados, riffs más simples, pero igual de contundentes que en la época pasada. Las partituras de este disco cuadran a la perfección con todo aquel que quiera aprender a tocar la guitarra eléctrica en su vertiente metal.

Conclusión
En mi opinión el Black Album fue el punto más álgido de Metallica, pese a que con Load y ReLoad aún lograron llegar a un público más heterogéneo. El Black Album puso al trash y al metal en boca de todo el mundo, siendo un disco apreciado por un público no tan ligado al rock.
Como parte negativa, nunca ha podido superar ese listón. En defensa de la banda, tampoco lo han intentado. De hecho, si uno atiende a sus siguientes publicaciones, o bien han mirado por otros derroteros (más hard rockeros) o han querido congraciarse con el público que los dejó a partir de la publicación de este quinto disco de estudio.
Nunca Metallica sonó tanto a Metallica como con este álbum, aunque no me refiero tanto a su sonido en el estudio como fueron sus presentaciones en vivo. Cuando uno mira cualquier track list de un concierto palpa que hubo una piedra angular en su discografía, y esta fue el Black Album.

Pd: Como podéis aventurar, el siguiente artículo tendrá también a los de San Francisco como protagonistas, debido a la inminente publicación se su nuevo disco 72 Seasons.

Review de El patio (1975)

Durante muchos años “el patio” fue para mí ese espacio en casa en el que lo mismo se tendía la ropa que jugaba al baloncesto con mi hermano. También ese espacio en el que los niños de mi colegio solíamos jugar a la pelota, con más voluntad que otra cosa. En cuanto a Triana sabía que se trataba de un barrio de la ciudad de Sevilla, poco más. No fue hasta mediados de los noventa cuando visité (por primera vez) sus calles y lo hice de la mano de la banda de cornetas y tambores de la Real Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Virgen de la Soledad de Astorga. Sí, fui un “turuta”, un loco de las bandas y agrupaciones de la Semana Santa. De hecho ahí reside mi bautismo musical, y también la primera vez que me enfrenté ante un pentágrama. Dos años después de aquella primera visita me compré mi primera guitarra eléctrica, la misma que estampé contra el suelo al más puro estilo de Paul Simonon en la portada de London Calling de The Clash. Mejor volvamos al artículo de hoy.


No fue hasta principios de los 2000 cuando logré entender, y apreciar, el debut discográfico de Triana. En mi defensa diré que en su época tampoco fue entendido. No es para menos, visto lo que sonaba por aquel entonces. En el ecuador de los 70, aún con el Caudillo (aunque por poco tiempo ya) lo que en España se bailaba era el Bimbó (quizás para celebrar aquello por adelantado), Camilo Sesto cantaba a una tal Melina y la dulce Cecilia nos traía Un ramito de violetas. Si uno pìncha cualquiera de estos enlaces y a continuación pone cualquiera de los que forman El Patio se dará cuenta de lo impactante de su propuesta.


Triana fue una banda formada en 1974 por Jesús de la Rosa a la voz y a los teclados, Juan José Palacios “Tele” a la batería y percusión, y Eduardo Rodríguez “Rodway” a la guitarra española. En el caso del disco de hoy fueron acompañados por Manolo Rosa al bajo y Antonio Pérez a la guitarra eléctrica. Pero a lo largo de su trayectoria a los tres miembros de Triana les han acompañado un montón de músicos reputados, entre otros un tal Pancho Varona, coautor de un buen puñado de los éxitos de Joaquín Sabina.


¿De dónde venían los miembros de Triana?
Antes de unir sus fuerzas cada miembro formó parte de distintas bandas del círculo underground, aunque también existió la posibilidad de que nada de esto sucediera. Jesús de la Rosa trató de ingresar en Los Bravos, sí los de Black is Black, pero fue rechazado por su fuerte acento andaluz. Tele venía de aporrear los parches en bandas experimentales en las que no cuajó por su aventurada apuesta prog que exhíbia (a España eso le cogió en bragas y de las largas). Eduardo huyó de la radiofórmula de los Payos, banda a la que perteneció. Seguro que más de uno los recuerda por el tema María Isabel.


Triana suena tan autóctonos como foráneos, sin que ninguna de las dos partes resulte ganadora. Los más entendidos en flamenco (yo no lo soy) dicen que la voz de Jesús, sin ser excepcional, tiene eso que llaman “duende”, y puede que así sea porque yo la escucho y caigo rendido a sus pies. Más tarde os diré la lista de eminencias a las que influyó. En el verano de 1974 estos tres músicos grabaron su debut discográfico en los estudios Kiros (Madrid), que se llamaba como la banda, pero que el boca a boca rebautizó como El patio. La portada, que ilustra un patio sevillano, fue realizada por el artista Máximo Moreno.


1- Abre la puerta.
Ni entonces, ni ahora, un tema de más de nueve minutos se recomienda como apertura. Pero os aseguro que aquí nada sobra. Que Triana es pura poesía es algo que queda claro desde que Jesés empieza a cantar aquello de: “Yo quise subir al cielo para ver y bajar hasta el infierno para comprender…” Hay que tener en cuenta la situación política de la época (los últimos vestigios de la dictadura). La canción es toda una fiesta a la vida y a la libertad, un canto al progreso. En ese año aún muchos cantautores escondían ese grito a la libertad en la metáfora. En lo estríctamente musical es un exponente claro y ejemplo de lo que es el rock progresivo, un viaje en toda regla. Las palmas que responden a la guitarra de Eduardo me pone los pelos como escarpias), luego llega el pasaje en el que Tele hace su famoso solo de batería (es solo un compás de bulería) un interludio para lo que va a venir a continuación. Si alguien me pregunta ¿qué es un orgasmos musical? Yo respondo que es el solo de guitarra eléctrica con el que termina el tema. Joder, que puta maravilla.


2- Luminosa mañana.
Después del tema de apertura, cualquiera que venga después pudiera palidecer, pero Luminosa mañana no es (ni de lejos un tema menor). Aquí Jesús nos canta distante, sonando como un Greg Lake (King Crismon) hispalense, interpretando esta especie de Epitaph flamenco. Mención especial para el sintetizador moog, instrumento habitual en la música circense, que Triana acuñó su uso dándole un toque de distinción.
3- Recuerdos de una novhe de verano.
En esta canción nos pretender cautivar con una suerte de buleria eléctrica, de sonoridad rotunda y ritmo enseñado. Antonio Pérez añade unos solos de guitarra eléctrica sentidos, que nos recordará ese sonido Space de formaciones como Pink Floyd. Y todo ello con esa base flamenca que se mantiene impertérrita a lo largo de todo el trabajo.


4- Se de un lugar.
Con este tema he martirizado a mis vecinos, tratando de emular a Jesús de la Rosa en su inicio. Aquí la parte interpretativa del vocalista queda más que evidente, con esos pasajes de luces y sombras. Las seis cuerdas de Pérez desarrollan un excitante solo que enzarza en el flanco izquierdo de estéreo, mientras que en el derecho De la Rosa extiende una terrorífica melodía con su teclado. Tan ceremonial como umbrosa.


5- Dialogo
Al lado de las anteriores pudiera parecernos un tema menor. Quizá sea el tema que mejor representa de dónde venían los Triana, y también uno de los más influyentes en eso que se llamó Rock Andaluz, que ellos impulsaron y que siguieron otras muchas bandas: Califato, Guadalquivir, Alameda, o los primeros discos de Medina Azahara.


6- El lago.
Si tuviera que decir cuál fue el hit del álbum diría que es este. Tema más que manido y que me cuesta creer que no hayas escuchado alguna vez. Si no es así debiste criarte en un búnker. Desde su gong inicial hasta ese bizarro final donde parece despegar un platillo volante, desde esa obertura hasta su clausura futurista, todo él señala que es un viaje, bien sea astral o de ensoñación. Y la letra, otra vez pura poesía: “Creo recordar que por la noche/el pájaro blanco echó a volar/de nuestros corazones/en busca de una estrella fugaz”. La capacidad de abstración de Jesús de la Rosa queda aquí patente, siendo un referente para artistas de la talla de Kiko Veneno, Manolo García o un tal José Monje Cruz, alias “el camarón de la Isla”; casi nada. Digno es apuntar la labor de Tele, que hace con su batería lo que le sale del “tele”, nunca mejor dicho.


7- Todo es de color.
Cerramos con el corte más breve, un tema que popularizarían Lole y Manuel, dos figuras que pudieron se parte de este proyecto. Os recomiendo la escucha de estos, aunque la versión de Triana no desmerece en absoluto, aunque sea mucho más reducida.

RECEPCIÓN:
Pese a que hoy es considerado una obra maestra, uno de esos discos imprescindibles, lo cierto es que su recepción inicial fue un desastre. En sus primeros seis meses solo había vendido diecinueve ejemplares (no es coña). El boca a boca, y las actuaciones en directo terminaron por inclinar la balanza a su favor. Hasta el tercer disco, Sombra y Luz (1979) no tuvieron su merecido reconocimiento. Los tres primeros discos acabaron certificando el Disco de oro. El público tardo pero acabó rendido a sus pies, como bien queda palpable en su concierto en el Parque de atracciones de Madrid (1981). Lamentablemente con la llegada de los 80, la banda quedó bajo el influjo de la Movida. Tu frialdad, de su disco de 1980, Un encuentro, puede que sea el tema más reconocido por el público (pese a lo lamentable de su estribillo con ese “nanananana”).


Nunca llegamos a saber que hubiera sido de Triana, más allá de Llegó el día (1983), porque Jesús de la Rosa falleció en un accidente de coche en agosto del mismo año, dejándonos huérfanos de una de las voces más carismáticas de este país, sin ser como dicen los especialistas en flamenco, ni la más ortodoxa ni la más excepcional. D.E.P.

Reseña de Periphery V: Djent Is Not a Genre

De haberme quedado en los 90, que por generación es la década que me corresponde, me habría quedado sin conocer a un buen puñado de grupos que surgieron a partir del 2000 y, de paso, un género/movimiento como el Djent. Si quieres saber en qué consiste este género no tienes más que pinchar el enlace, en este mismo espacio tenemos un artículo sobre ello.
La etiqueta de Djent se queda corta en el caso de Periphery, en su música también hay espacio para el metal progresivo, lo sinfónico, el jazz fusión e, incluso, melodías pop al más puro estilo de las boy bands. Tal vez algún día hablemos de la dupla Misha “Blub” Mansoor (guitarra solista y productor) y Spencer Sotelo (vocalista) como una de las más destacas del nuevo milenio. Ahí lo dejo.
En tiempos de la inmediatez, del single de radiofórmula (siempre por debajo de los tres minutos), de estructuras simples, de canciones que pasarán de moda en pocos meses (semanas o días) nos llega lo nuevo de Periphery, con canciones por encima de los ocho minutos, de pistas y pistas superpuestas. Puedes escuchar este nuevo trabajo innumerables veces y seguirás sacando cosas. Otro tema es llevar esto al directo, ahí (quizás) radica el problema de los de Bethseda, Maryland (y muchas de las bandas del Djent). Periphery tiende a poner a cada nueva entrega un subtitulo sugerente. Mucho se ha dudado, y debatido, sobre si el Djent es o no un género. De lo que no hay duda es que para llevar esto a cabo hemos de contar con unos músicos excepcionales, y estos lo son. Desde la batería (soberbia) a la guitarra, pasando por las melodías vocales, nos encontramos con unos músicos dotados (técnicamente hablando).
Aquellos que lo flipamos con Make Total Destroy de Periphery II: This Time it´s Personal (2012) encontramos en Wildfred , tema de apertura de este séptimo trabajo de estudio, una inmejorable carta de presentación de lo que es la banda y el Djent, con esas guitarras de afinación grave. Si uno escucha el tema sin visualizar el vídeo pensará que estamos ante dos vocalistas. Spencer Sotelo es uno de los mejores voces de su generación y aquí queda demostrada su versatilidad. Este anti-single, de siete minutos de duración, nos muestra su lado más progresivo. Cuando el tema parece que va a terminar se sacan de la manga una parte de jazz, con su piano y saxofón.


Atropos, su segundo corte y tercer single, desarrolla a lo largo de los ocho minutos, todo de lo que Peripheery es capaz de hacer. En este caso queda más patente su lado melódico, que lo diferencia tanto de otras bandas del Djent. Si lo comparamos con Meshuggah pareciera que estemos ante de dos bandas antagónicas estilísticamente hablando. El tema más diferencial lo encontramos en Silhouette, sacando su lado más pop. Si alguno hecha de menos las boy band aquí tienen una pieza para recrearse. La que le sigue, Dying Start parece más una continuación que un tema independiente, en el que la banda vuelve a demostrar su versatilidad. La melodía vocal se me antoja exquisita, para cantar a pleno pulmón en directo con los mecheros encendidos (en la actualidad se recurre a la linterna del móvil).
Lo más atípico de un disco en el 2023 sería encontrar los temas más largos para el final. De hecho, es un suicidio musical. Pues a Periphery esto les debe importar bien poco. Los dos últimos cortes sobrepasan los diez minutos. Puede que estos más de veinte minutos le sean excesivos, pero amigos esto es el vivo ejemplo de lo que es el metal progresivo bien desarrollado.
Setenta minutos para nueve temas puede resultar algo largos. Como dije al principio, no esperes ser capaz de apreciar el contenido en una sola escucha. No, la propuesta de esta semana no es fácil de asimilar, pero te prometo que si le logras pillar el punto el tiempo invertido merecerá la pena. No lo digo yo, sino la prensa especializada, pero ya se está hablando de este Djent Is Not a Genre como uno de los discos de año en el apartado metal. Y eso que solo estamos en marzo.

Reseña de Los potros del tiempo (2022), Marea

Hoy en LOS LUNES AL 🎼, el espacio musical de esta casa vamos con una reseña, la primera en lo que va de año. Prometo subirla al blog en cuanto los quehaceres de la vida me lo permitan.

La reseña de hoy puede estar plagada de puntos contradictorios, como diría un buen amigo mío (melómano como un servidor) en los diferentes matices reside la clave de la interpretación. Los potros del tiempo es el octavo trabajo de estudio de la banda originaria de Berriozar, Navarra. Marea posiblemente sea la última banda de rock estatal que ha contado con el apoyo masivo de la crítica y público, sin la necesidad del respaldo de radiofórmulas tipo Cadena 100, Cadena Dial o los 40 Principales (40 Criminales para uno), aunque luego se hayan rendido a ellos. Para la crítica especializada tampoco es fácil, parece que hablar mal de la banda de Kutxi sea un pecado. Evidentemente, también cuenta con un buen puñado de detractores, que los acusan de un inmovilismo. Como si eso tuviera que ser de serie un defecto, por no decir algo común en cuanto a las bandas de rock con Ñ se refiere.

¿Y en qué bando se encuentra un servidor? Pues mejor que juzguen otros, antes y ahora siempre me dio igual. En verdad, unos y otros tienen sus razones. Marea no ha inventado nada, lo suyo lo han hecho otras muchas bandas antes. Póngase de ejemplo unos tal Leño (del cual beben unos y otros en esto del Rock urbano), Platero y tú, u otros navarros de nombre Barricada, Los Suaves (mi banda favorita en cuanto a lo de cantar en la lengua de Cervantes). Pero si hay una banda que ha influenciado a Marea es Extremoduro, algo muy evidente en sus primeros tres trabajos de estudios, esos que dicen algunos que son lo mejores. Yo añado que Marea es una de las bandas más sobrevaloradas del rock hispano, «¿y qué joder» parafraseando un mítico tema. También existen influencias foráneas, la más clara la de los hermanos Young (AC/DC), más destacada en sus dos últimos trabajos. Da igual el bando en el que uno se posicione, Marea no engaña a nadie, su intención nunca ha sido la de innovar, están orgullosos de sus influencias y solo por eso me quito el sombrero. Además de todo lo dicho, constituyen una rara avis en esto del rock (no solo hispano, sino también del extranjero) al estar formado 25 años despues por los mismos miembros que le dieron vida en 1997:

Kutxi Romero a la voz.

Eduardo Beaumont, Piñas, en el bajo.

César Ramallo en la guitarra.

David Díaz, Kolibri, guitarra solista.

Alén Ayerdi, batería.

Formados en 1997 bajo la denominación de La Patera, se vieron obligados a cambiar el nombre por Marea (el primero pertenecía a otra banda y no hubo acuerdo por los Derechos de autor), por lo que pasaron a llamarse como iba a llamarse el debut discográfico. La Patera quedaría como título del debut discográfico. De las distintas bandas que surgieron bajo el amparo musical de Extremoduro (no me gusta hablar de copias) Marea es la que más éxito ha tenido. Nada más hay comprobar las reproducciones en cualquier plataforma digital para verificarlo. De aquel rock calimochero de sus inicios queda poco, y sino probar a poner cualquier tema aleatorio de este Los potros del tiempo con cualquiera de La Patera o Revolcon (2000). Más que la música (que también) lo que más ha cambiado a lo largo de estos años es la poesía callejera de Kutxi. Se ha pasado de entonar los himnos de Besos de perro (2002) a la necesidad de tirar de diccionario, para entender ciertas palabras. No digamos ya el significado de sus letras.

Los potros del tiempo (2022) viene a suceder a El Azogue (2017), un disco que ya denotaba una madurez musical. Si eres fan de sus primeros trabajos quédate en el pasado. La producción de este nuevo trabajo de estudio se me antoja más guitarra, siendo un instrumento que brilla. Tampoco nos vengamos arriba, hablo de sonido, no de calidad. Los solis del Kolibri siguen siendo una delicia, sin que estemos ante un guitarrista tipo guitar hero. Hay temas como Buena muerte que huele a clasicazo. Es un trabajo más pausado de lo que nos tiene acostumbrados. La voz de Kutxi ya no es la que era (tampoco en directo), pero se nota un esfuerzo por no repetir esquemas. Seguramente será necesario más de dos o tres escuchas para apreciar todo el contenido de esta producción.

Conclusión:

Si algo me gusta de Marea es que no importa el disco que pongas, habrá temas que te pongan más o menos, pero ninguno está ahí de relleno. Los potros del tiempo son 45 minutos de rock nacional, que sin inventar nada, te hará sentir nostalgia del pasado. Si te gusta el hard rock de los 80, sin duda este álbum será una buena elección.

Reseña de Neon Noir (2023) de VV.

Artículo 22 de LOS LUNES AL 🎼 (sin contar especiales). Nuestro protagonista de hoy es Villie Valo, el que fuera lider de la banda finlandesa His Infernal Majestic, mejor conocidos como H.I.M.

El próximo 25 de febrero acudiré a La Riviera para encontrarme con un viejo conocido. A HIM los conocí en León en una fiesta universitaria, alguien puso en el reproductor Your sweet 666 el tema de apertura de su segundo disco de estudio, Razorblade Romance (1999), y supe que esa canción me acompañaría de por vida. Luego descubrí que ese álbum escondía otro puñado de pelotazos, Join me death fue el más radiado, haciendo de los finlandeses un habitual de las radiofórmulas. Lo cierto es que la banda de Villie Valo fue una de las bandas más aclamadas del llamado Rock de los 2000, temas como los mencionados o Pretending, The funeral of hearts, The sacrament, se convirtieron en esenciales no sólo de la banda, sino de toda una Generación. Hasta un tema menor como Dark light ha sido seleccionado como uno de los temas referentes para sonar en los hilos musicales de los Centros Comerciales (algún día hablaremos de este tema, cuya música no es nada casual) y anuncios de televisión.

HIM hizo del amor su paradigma. Me río yo de Shakira y BZRP. Villie Valo y compañía llegaron a crear un subgénero propio, el Love Metal, título también de su cuarto y afamado trabajo de estudio. Todo con una estética muy gótica, muy del gusto de la época, en la que lo petaron otras bandas de corte Neogótico como Evanescence, Within Temptation y Nightwish. La primera y única vez que vi a la banda en directo fui testigo de un hecho insólito para mí, algo que solo creía posible en un concierto de Bon Jovi o los míticos Mötley Crüe. Una joven lanzó un sostén, que sobrevoló mi cabeza, y llegó al escenario. VV (que es como se hace llamar ahora el protagonista de nuestro artículo) lo recogió del suelo con la misma indiferencia que daba una calada a su cigarrillo y lo colocó al pie del micro. En ese lugar permaneció el resto de la actuación, para goce y disfrute de la muchacha. Valga por delante decir que aquel concierto fue en el que más féminas vi en mi vida en una actuación de una banda de rock.

NEON NOIR (2023)

VV regresa a la escena musical después de haber dado carpetazo a HIM, del que era su principal compositor, en 2013 tras la publicación de Tears of Tape, aquel álbum en el que cantaba una canción a una chica de labios azules, en clara referencia a la necrofilia. En Neon Noir vamos a encontrar un álbum continuista de aquel, algo que agradará a los fans de HIM, haciendo uso del dicho » yo me lo guiso yo me lo como», puesto que VV además de poner voz, toca cada uno de sus instrumentos. Este trabajo del 2023 es menos guitarrero, hay mayor presencia de los teclados, pero el resto de los elementos que hicieron de HIM una de las bandas más importantes del estrenado milenio están ahí. De los doce cortes tres de ellos los conocíamos de antemano, puesto que con el nombre de VV ya editó un EP en el año 2020, bajo el título de Ghotica Fennica Vol.1, en el que se incluía el hit de este nuevo disco Run away from the sun, que perfectamente expresa esa línea continuista respecto a lo que fue HIM. Del resto de los cortes podemos resaltar el título homónimo del álbum (que acompaña el artículo), Loveletting y Echocolate Your Love.

Neon Noir es un disco que no presenta nada nuevo, hecho en falta un poco la presencia rugosa del bajo de Mige Amour de HIM. VV sigue siendo un maestro a la hora de componer líneas melódicas que se te meten hasta dentro y un letrista soberbio, sin caer en lo explícito del tema de moda en este momento en cuanto a amor despecho se refiere. Por lo que he visto en la red, en directo intercala temas de su ex banda con los nuevos, lo que hará de los directos un disfrute para los nostálgicos. Por lo que también he podido comprobar, VV sigue agarrando el micro de esa forma tan particular, como si de un chupa chus se tratase, al más puro estilo de artistas de los 60. Si es que es todo un gentleman.

PD: Si eres de los que cree que no ha escuchado a este cuarentón resultón (para las féminas) buscar cualquier tema de los mencionados HIM en YouTube y saldrán de dudas. Seguro que más de uno se sorprende. Ya si sobrevuela algún objeto sobre mi cabeza en La Riviera en febrero os cuento. Y si alguno está buscando B.S.O para San Valentín, Neon Noir te sirve para la cena y lo que venga después 😉

Un abrazo amigos culturetas, hasta la próxima semana.

Reseña de Hush (2023). El esperado nuevo álbum de Maneskin

La reseña de esta semana se me ha hecho difícil, no por la complejidad de la misma, sino porque después de la escucha del decimosegundo trabajo de Katatonia (Sky Void of Start) la review que viene a continuación podría palidecer. Por eso he preferido darle más de una vuelta antes de encarar la hora de ponerme a valorar el esperado nuevo disco de los italianos Maneskin.Por si existe alguno que no sepa de que grupo os hablo, son la última irrupción (notable) que ha traído el Festival de Eurovisión, saliendo vencedores en el año 2021. No seré yo el que venga a dignificar tal evento, en el que prima lo político más que lo estrictamente musical, pero (muy) de vez en cuando nos encontramos con algún artista/banda cuya proyección va más allá. Este es el caso del grupo formado por Damiano David (voz), Victoria De Angelis (bajo) Thomas Raggi (guitarra) y Ethan Torchio (batería). Su irrupción en la escena ha sido meteórica, pasando en unos pocos años de interpretar covers en las plazas de Roma a colgar el cartel de «no hay billetes» en lugares como el Palau sant Jordi.

Los romanos no lo han tenido un camino de rosas, se les ha acusado de todo. Hasta de beneficiarse de que dos de sus miembros sean miembros del colectivo LGTBI (como si eso fuera un mal). La parroquia rockera tampoco se lo ha puesto fácil: que si su participación en el X Factor italiano, después en Eurovisión, su codeo (de la noche a la mañana) con estrellas de la música y de la prensa rosa, etc. Si algo tenía claro la banda y la crítica especializada es que su punto de inflexión, para saber si su éxito internacional se iba alargar más allá de Zitti e buoni (con el que ganaron el mencionado festival, canción incluida en su exitoso Teatro d´ira: Vol. 1(2021).

Aquellos que han tachado a los romanos de exceso, ya sea por su estética al más puro estilo del glam metal, que si el postureo, encontraran a lo largo de los diecisiete temas que forman Hush! más leña para echar al fuego. Lo cierto es que sorprende que en tiempos de maxi singles, EPs, de la inmediatez, Maneskin nos vengan con un larga duración, para un total de cincuenta y tres minutos. Por las razones antes mencionadas, la banda se la jugaba, por lo que ha recurrido para la co-producción a Max Martin, responsable de un buen puñado de éxitos a lo largo de estos últimos veinticinco años (Britney Spears, Backstreet Boys, Celine Dion, entre otros).

Rush! Abre con Own My Mind, que desde su apertura con el contuntende sonido de la batería, a la que después se van sumando los demás instrumentos, nos dejan claro que la producción va ser impecable. El tema en cuestión es un ejemplo claro de lo que nos vamos a encontrar a lo largo de los siguientes dieciséis cortes: canciones de excasa duración (la mayoría de los cortes rondan los tres minutos, ideal para las radiofórmulas), estribillo repetitivo y riffs sencillos pero resultones. La COLABORACIÓN del disco no se hace esperar, lamentablemente la presencia de Tom Morello (Rage Against The machine) en Gossip queda reducida a un par de solos. Lo curioso es que el tema se parece más a Franz Ferdinaz que a RATM.

Si sus dos anteriores trabajos de estudio Il ballo della vita (2018) y Teatro d´ira: Vol.1 estaban influenciados por el Rock de los 70 y el hard rock de los 80. En este caso los nuevos temas nos van a llevar al Rock de principios de los 2000, algo que queda evidente en el tercer corte, el primero lento. El estribillo de Timezone desprende un tufo a My chemical Romance que tira para atrás. El primer tema que se me ha atragantado (no será el último) es Bla, bla, bla. Un dance rock que se va a repetir en Baby Said con diferente tresultado, sin que este último sea tampoco nada del otro mundo.

Otro aspecto a tener en cuenta es que para este tercer trabajo de estudio han recurrido al inglés, en detrimento de su italiano natal, que queda reducido para un puñado de canciones de forma puntual. En cuanto a la lírica, muchos de los temas nos hablan del éxito inmediato, dejándonos su visión al respecto. Recuperando el hilo, Gasoline es un claro tema que lo va a petar en directo, un exponente claro de lo que es el rock de estadio (tan vigente a principios de los 2000). Seguro que alguno recuerda el escándalo que Maneskin protagonizó en el Festival de Eurovisión, cuando al pobre de Damiano David se le acusó de estar «supuestamente esnifando» en las mesas durante el periodo del voto. La circunstancias quedó aclarada poco después, pero por si acaso nos lo deja claro en Feel, el primer tema que compusieron de un total de cuarenta, para luego quedarse en las diecisiete. Por si no ha quedado claro: nada de drogas. En Don´t wanna sleep empezamos a notar una repetición de contenido, resaltando apenas su solo de guitarra en primerísima línea (también muy propio de ese rock de los 2000).

Pocos experimentos vamos a encontrar en Hush!, y viendo el resultado de Kool Kids, mejor que sea así. En esta ocasión nos acercan de forma descafeinada a un post punk en el que Damiano exagera mucho la voz. Los dos siguientes cortes If not for you (segunda lenta) y Ready Your Diary no aportan nada nuevo. Si acaso este último que me recuerdo a unos descafeinados Daft Punk. Cuando ya el álbum se me empieza a hacer cuesta arriba llegan los temas en su italiano natal, como si fueran un Ep intermedio: Mark Chapman, La Fine, Il dono della vita me parecen de lo mejor del conjunto. De estos tres me quedo con el ritmo in crescendo del segundo, en el que además ponen de vuelta y media a la clase política italiana (algo que se puede extrapolar a nuestra clase dirigente, of course). Para terminar, algo con lo que no me había topado nunca antes en un disco. Los últimos tres cortes: Mammamia, Supermodel y The lonilest han sido utilizados como carta de presentación para este nuevo trabajo de estudio, cuando lo normal es intercalarlos. En lo musical no apotran nada nuevo, salvo que las radiofórmulas se pueden frotar las manos.

Conclusión:
Supongo que más de uno se puede llevar una idea de que el tercer trabajo de Maneskin me ha decepcionado. A mi juicio le sobran algunos temas, y es cierto que me esperaba algo más, pero visto los pocos experimentos, mejor que no se salgan de su línea. De lo que no me cabe ninguna duda es que muchos de estos temas lo van a petar en directo, como ya lo están haciendo en las plataformas digitales. En tiempos en los que el mercado físico está de capa caída, a más temas más beneficios. Una propuesta arriesgada no obstante por excesiva (por duración), algo que también era típico de ese mencionado varias veces del rock de los 2000.

Hasta la próxima amigos de Cultura Underground.