De los discos más esperados del 2023, independientemente de si la lista fuera más afín o no al rock, en todas ellas aparecía en letras mayúsculas el undécimo trabajo de estudio de Metallica. Después de haberlo estado escuchando desde hace un par de semanas antes de su publicación (ventajas de haber trabajado en este mundillo de la crítica musical), más que respuestas lo que me han despertado es alguna que otra pregunta. ¿De verdad era necesario un nuevo disco de estudio?
Si eres un fan boy de los de San Francisco no sigas leyendo, no quiero que te salga ninguna úlcera. ¿Quién a estas alturas puede esperar un disco relevante de la formación de San Francisco? Sus tiempos de gloria se remontan al pasado. Mal que les pese a muchos, el último disco en el que quisieron innovar fue St. Anger (2003) y la cosa no salió bien. A partir de ahí la banda se puso en modo piloto automático. Death Magnetic (2008) nos trajo a los Metallica más insípidos que se recuerden, y eso que en las labores de producción estaba un tal Rick Rubin. El sonido era impecable, pero los temas no había por dónde cogerlos. Y para colmo de males se atreven con un The Unforgiven III. Si en ocasiones segundas partes no son buenas no digamos ya terceras. La cosa remontó un poco el vuelo con Hardwired… to Self-Destruct (2016), en el que han quisieron congraciarse con los fans de los primeros tiempos, pero la cosa se quedó en algún tema resultón y poco más. Para añadir más leña al fuego (me pongo en modo pirómano) el siempre discutido Hammett perdió toda su labor creadora (riffs, solos de guitarra) al perder (valga la redundancia) su teléfono móvil. ¿Quién guarda su trabajo en un smartphone? Seamos serios XD, que estamos hablando del guitarrista de la banda de metal más famosa del mundo, la banda de rock más influyente en los últimos 25 años y parte de un grupo que se gestiona como una empresa. No obstante, estos tipos tienen participaciones en un sinfín de empresas que les reporta tanto o más dinero que lo que consiguen bajo la firma de Metallica.
Puyas aparte, tampoco es que los de The four Horsemen necesiten demostrar nada a nadie a estas alturas. Si uno mira sus setlist se dará cuenta que la mayor parte lo componen temas de su etapa entre 1983 y 1991, con alguna incursión en los Load y ReLoad (96 y 97). El punto culminante de popularidad (que no es lo mismo que de ventas truanes) llegaría con el disco sinfónico S&M (1999). A partir de ahí la cosa se torció en cuanto a creatividad se refiere.
72 Seasons Review
Y después de esta larga introducción llegamos a 72 Seasons, el undécimo de su catalogo, sin contar rarezas como la de Lulú (2011). Repite a la producción con Greg Fidelman. El disco como el del 2016 suena de cojones, eso no se puede dudar. Pero las comparaciones no terminan ahí, el título que da nombre al disco, en honor a las etapas de una persona hasta convertirse en adulto (aunque esto no se vislumbra ni el tema título, tampoco es el primer caso) se emparenta en sonoridad al disco predecesor. Si algo podemos remarcar de este 72 Seasons es el inicio de bajo, que me recuerda a un tema de la B.S.O de Pulp Fiction. Me alegro por Robert Trujillo, que lleva como bajista más tiempo que ninguno y parece que su labor siempre ha quedado ninguneado con respecto a Burton y Newsted. Lo más destacado del tema es su parte intermedia, lo peor su duración excesiva. Un mal endémico desde los tiempos de St. Anger es la manía que les ha dado por concebir temas largos que quedarían infinitamente mejor restando minutaje. A veces menos es más.
De Shadows Follows, segundo corte, con más de seis minutos, solo puedo rescatar la línea melódica previa al estribillo. Le sigue Screaming Suicide, uno de los temas que ha servido de adelanto. Aquí tenemos algo que se puede extender al resto del conjunto: el culto a la escala pentatónica (sucesión de cinco sonidos, alturas o notas diferentes dentro de la octava) al bending y al pedal WahWha por parte de Hammet. Como tema independiente puede ser de lo más resultón, sonará fijo en sus directos, y se agradece después del bajón del tema anterior.
Sleepwalker My Life Away se inicia con una línea de bajo muy funk a la que se van sumando el resto de los instrumentos. Una vez el tema empieza te das cuenta de que se trata de otro medio tiempo soporífero, con estructura calcada a las anteriores. You Must Burn! posee reminiscencias a mi tema favorito de la banda, Sad But True, de su disco del 91, pero lejos del resultado de aquel. Aquí tenemos la mejor interpretación de Hammet en todo el plástico con un previo y solo de guitarra bien definido y diferenciado del resto. El señor Trujillo aporta vocales en el coro, algo que ya había hecho en directo no así en estudio. Lux Aeterna fue el single de presentación, del que ya hablé en un artículo independiente en esta casa. Es el tema más corto de los doce, riff sencillo y efectivo, que nos recordará a Diamon Head, banda a la que han versionado los de San Francisco en los Garage Days. Así se iba a llamar el disco si la elección hubiera dependido de Hetfield.
El recuerdo de los Load y ReLoad queda palpable en Crown of barbed Wire. Si conociste a la banda en su etapa más experimental, este tema no te defraudará. Chasing Light pasa completamente desapercibido, al igual que el corte dos antes mencionado. Entre uno y otro suman doce minutacos que se podrían haber ahorrado. If Darkness Had A Son, otro de los temas que nos adelantaron, me viene que ni pintado para meter el dedo en la llaga. El debate sobre la participación de Mustaine en Metallica, pese a no haber publicado con él más que una maqueta previa al primer álbum de estudio sigue más vigente que nunca. En parte, alimentado por el propio Mustaine. Los partidarios de que su legado del pelirrojo más famoso del metal va más allá de los créditos en algunos de los dos primeros de estudio encontrarán razones para pensar así. Este y el single de presentación son una clara muestra de ello, aunque sin la lucidez a la que nos tiene acostumbrado Dave Mustaine. Resulta difícil defender un tema como este, en el que tras un minuto y pico de intro nos cascan «temptation» cinco veces. Si la luz tuviera un hijo no sería este su tema. Puestos a poner oscuridad en un medio tiempo, me quedo con el In My Darkest Hour (tema que Mustaine compuso en honor a su ex compañero Cliff Burton) de Megadeth. Comparen ambos temas y juzguen.
Los dos siguientes temas nos devuelven (y no es la primera vez) a su primer álbum de estudio. Luego seré yo el que diga que desde Death Magnetic la banda no ha hecho otra cosa que auto plagiarse, y de paso intentar congraciarse con los fans que perdieron tras el álbum homónimo. Too Far Gone? y Room of Mirrors son de lo mejor del álbum aunque no sean temas muy originales. Por lo menos nos recuperan algo del músculo perdido en estudio (que no en directo).El tema que cierra el disco, Inamorata, el más largo del plástico, con algo más de once miutos, tiene todo lo bueno y lo malo de los Metallica del Siglo XXI. El tufillo a Black Sabbath está ahí, sin que esto tenga que ser interpretado como un mal. Pese a que le sobra minutaje (como a otros cortes) está entre lo potable de un disco muy irregular.
Hay otros temas que merecen ser analizados por separados. Lo más positivo, el alto nivel de Hetfield a las voces, no solo en estudio en directo también mantiene el tipo. De todos los discos en los que ha participado Trujillo este es el que más podemos resaltar su valía. Una pena que luego en vivo no pegue ni con cola con el resto de los miembros. Vamos, que el tío parece que va a su puta bola. Kirk Hammet no está, ni de largo, entre mis guitarristas favoritos. Su abuso de los elementos antes mencionados es algo que siempre me ha tirado para atrás. Me quedo con algún que otro solo. En cuanto al denostado Ulrich, su labor aquí es correcta. El problema no es tanto su pegada, aunque esto en estudio con los avances tecnológicos se puede disimular, viene dado por su incapacidad de mantener los tempos.
En el apartado lírico, terreno en el que Metallica nunca ha brillado (no nos engañemos) tenemos mucho mensaje de auto ayuda y los de toda la vida. Supongo que lo ocurrido con Hetfield en los últimos tiempos (divorcio, nuevo paso por clínica de rehabilitación para solucionar sus problemas con el alcohol) ha tenido mucho que deber. Encontramos excesivas repeticiones de patrones vistos muchas veces.
Conclusión
Repasada la crítica, uno puede pensar que me ha quedado muy negativa. Si uno compara cualquiera de estos nuevos temas con The call of Ktulu, Master of Puppets o One, razones no me faltan. Por suerte, este disco no compite con su etapa dorada, sino con lo hecho en el Siglo XXI, donde también sale claramente perdedor. Tampoco es que tuviera unas grandes expectativas, por lo que la fdecepción es nula. Lo que sí os puedo garantizar es que desde el minuto uno al último uno sabe que esto es Metallica. Los riffs son más simples que los de antaño, las canciones poseen estructuras similares (lo que hace la escucha monótona) pero a buen seguro que harán las delicias de los recién iniciados en el instrumento de las seis cuerdas. Vamos, que los vas a gozar a lo guitar hero. El problema viene cuando uno es exigente (y uno lo es) y se da cuenta que detrás de tanto artificio no hay chicha, todo suena insustancial. Si uno compara el mejor tema de este trabajo con cualquiera de los del álbum de Periphery, que hace unass semanas reseñamos en esta casa, 72 Seasons sale mal parado.
En líneas generales me ha parecido un trabajo continuista, algo que no sucedía desde los tiempos del Load y ReLoad. Revisando otras críticas la nota media es de 7, me parece algo desmedida. Por suerte, ni entonces cuando trabajaba en la crítica musical ni ahora me gusta valorar un álbum con un digito. ¿Cómo es posible poner un número o una estrella a una creación artística? Lo que para uno puede ser un tostón para otro puede ser algo superlativo. Hay dejo mi reflexión.
Por último, una mención a la portada. No sé si el color amarillo va mucho con unos tipos a los que se les ha asociado con el negro, más allá de su indumentaria. Tampoco es que las portadas de los discos de Metallica sean de lo mejor que se haya visto, y sino vean la poratada chapucera del Master of Puppets por muy emblemática que esta sea.
Ah, y por si alguno se ha llevado una idea equivocada de mi opinión, Metallica sigue siendo la banda de metal más importante del mundo, aunque otros hayan hecho cosas también meritorias, y una de las bandas que merece la pena ver en vivo. Se pasarán por nuestro país en verano del 2024, yo ya tengo mi entrada para verlos en el Metrapolitano. Al fin y al cabo, cuando uno va a un concierto de Metallica (como de AC/DC o Guns N´Roses) sabe de antemano lo que va a escuchar/ver.
Pd: De Metallica, con más de 25 Millones de reproducciones mensuales a una banda de culto de Madrid que apenas sobrepasa las 15000. Pero eso será en el próximo artículo. Venga, os dejo un pequeño adelanto sonoro.